Especie autóctona
Siempre se ha pensado que el castaño fue introducido en la Península Ibérica de mano de los Romanos, sin embargo, aunque si fueron responsables de su amplia propagación (por su fruto y la versatilidad de uso de su madera), investigaciones científicas han revelado que esta especie ya formaba parte de nuestra flora en el cuaternario.
En los lugares donde crece el castaño, su madera ha sido ampliamente utilizada para los más diversos usos: la construcción (pontones y vigas), carpintería interior y exterior, toneles, barcas, postes y hórreos. Siempre ha sido muy apreciada para la elaboración de muebles, chapado fino o ebanistería en general.

Características y propiedades
El castaño es un árbol corpulento, capaz de alcanzar una talla de hasta 35m, y longevo (existen ejemplares de más de 1.000 años).
En la madera de castaño la albura está claramente diferenciada, es muy delgada (2-4 anillos) y color blanco-amarillenta. El duramen tiene una tonalidad clara, que con el paso del tiempo adopta un tono a oro viejo. Los anillos de crecimiento están bien diferenciados, por lo que tiene una textura marcada y en los cortes tangenciales exhiben un vistoso flameado.
La fibra es recta con ligeras ondulaciones, y el grano es de medio a grueso. Tiene una dureza media, es elástica/flexible, tenaz y fácil de trabajar: buena mecanización, clavado, atornillado y pulido. Cuenta con una densidad media de 560-600 kg/m3 al 12% de humedad. Admite bien y resalta cualquier acabado como tinte, barniz o aceite. Es una madera poco nerviosa con gran estabilidad dimensional, de noble comportamiento ante cambios de humedad y temperatura. Además, gracias a su riqueza en taninos, el castaño cuenta con una elevada durabilidad natural.